(*) por Sergio Salomone
Es tan paradójico como real, la natación en el hielo se asemeja al infierno. Comeptir en aguas abiertas gélidas es una experiencia deportiva única a la que uno debe adaptarse en forma paulatina porque, en lagos congelados a cero grado con un metro de hielo con una sensación térmica de treinta grados bajo cero, el cuerpo apenas resiste un máximo de veinticinco minutos ya que se vasocomprime a tal punto que la presión de te va a más de veinte, el aire se agota como si uno se apunara hinchándose las manos y los pies.
Todo comienza cuando, literalmente, se cava en el hielo de un lago congelado una pileta de veinticinco metros de largo con varios andariveles. En la cabecera se ubica el juez que los participantes deben mirar en cada vuelta de estas carreras violentas, adrenalínicas y extremas.
En diciembre pasado representé a la Argentina en Siberia, Rusia, y en enero me zambullí en Burghausen, Alemania; clasificándome al campeonato mundial de aguas abiertas gélidas. A nivel internacional, más aún en Rusia y el norte de Europa, los nadadores en hielo eligen pruebas 25, 50, 200 y 450 metros pero sólo unos miles, en todo el planeta, braceamos un kilómetro del maratón acuático con aguas a cero grado.
Por ejemplo, el tucumano Matías Ola nadó 750 metros en Estonia mientras el inglés Lewis Pugh braceó 350 metros en la Antártida, distancia que no llegan a los mil metros de este mundial maratón acuático que se disputará el próximo viernes en Rusia, cerca del círculo polar Ártico, donde enfrentaré a los 48 mejores del ranking global en el que ocupo el noveno puesto siendo el único latinoamericano.
Desconozco las razones, creo que tengo el don de bancar el frío, me entrené de la mejor forma posible con un plan que incluyó el cruce del canal de Beagle en el tramo más largó de cuatro kilómetros en 1h05m a 6,5 grados, mi experiencia más extensa sin traje de neoprene. También, por octava edición consecutiva, completé los ocho kilómetros y medio del lago Nahuel Huapi cronometrando 2h03m.
Por supuesto, los tiempos en el hielo son mucho más abultados que en pileta porque el metabolismo y la fisiología corporal trabajan con distintos parámetros priorizando el mantenimiento del organismo con vida. Es así que, la falta de aire y la circulación es completamente diferente. Cuando terminás de nadar, dos asistentes te retiran del agua y te preguntan tu nombre al mejor estilo knock out de boxeo.
Ni siquiera podés calzarte porque tenés los pies completamente hinchados, te envuelven con toallas calientes de 20 a 40 grados gradualmente y luego te meten veinte en el sauna. Tanto te baja la temperatura que al salir tenés la boca dormida, el cuerpo insensible y la mirada perdida,. El actual récord mundial está en poder de Christof Wandrasch, multicampeon de los 10k que aún hoy, a sus 48 años, entrena 60 kilómetros semanales.
Nadie puede asegurar que sucederá al sumergirse en el hielo, sólo puedo asegurar que daré mi mejor esfuerzo para llevar la celeste y blanca lo más alto posible.
(*) por Sergio Salomone
Economista, esposo, padre de dos hijos y deportista de alma que se inició en el rugby para después graduarse de cinturón negro tanto de karate como aikido para culminar como referente de la natación Master de aguas abiertas.
Especialista en travesías de aguas abiertas gélidas a cero grado, ganó la clasificación general amateur del maratón acuático Capri Nápoles 2013 en Italia. Además, obtuvo el 14º puesto entre los 75 competidores del desafío Manhattan Island Marathon Swim de los Estados Unidos donde nadó 50 kilómetros a través de tres ríos en 8 horas y 12 minutos.