La prueba más antigua del calendario del atletismo a nivel mundial lleva más de un siglo pero su edición 117 resultó la más triste en la historia del running debido a un atentado terrorista perpetrado hace dos temporadas y que ahora ya tiene un veredicto judicial. Por unanimidad de los doce miembros del jurado integrado por siete mujeres y cinco hombres, un tribunal estadounidense condenó a la pena de muerte al joven norteamericano Dzhokhar Tsarnaev, de 21 años, por ser el autor material de la detonación de dos bombas en el arco de llegada del Maratón de Boston de 2013 causando tres muertes y más de doscientos heridos de gravedad, incluyendo diecisiete amputaciones, sumado al asesinato de un polícia mientras huía de las fuerzas de seguridad.
Después de catorce horas de deliberación a lo largo de tres días, el jurado del tribunal de Massachusetts se inclinó por la culpabilidad de Tsarnaev considerándolo como penalmente responsable por la totalidad de los treinta delitos que se le imputaban, diecisiete de ellos que contemplaban como máxima sanción a la pena de muerte, una práctica no habitual en la justicia de este estado norteamericano que aceptó los argumentos de la fiscalía sobre la la total ausencia de arrepentimiento por parte del acusado.
Si bien los abogados defensores no negaron la culpabilidad, alegaron que Dzhokhar Tsarnaev actuó presionado bajo la influencia de su hermano mayor Tamerián de 27 años, quien falleció al día siguiente del atentado terrorista cuando se tiroteó con la polícía y a quien los letrados calificaron como el cerebro de la detonación de estas dos bombas en plena carrera que provocaron tres muertes, incluyendo a Martin Richard, un niño de tercer grado de una escuela primaria.
El propio imputado Dzhokhar Tsarnaev confesó que colocó uno de los dos artefactos explosivos de fabricación casera en ollas express que contenían rulemanes, clavos y trozos de metal que el tribunal consideró como un arma de destrucción masiva dado que así mataron a tres personas e hirieron de gravedad a 260, diecisiete de ellas sufriendo amputaciones. A esto se le sumó el homicidio de un policía de Sean Collier, oficial del campus universitario del Instituto Tecnológico de Massachusetts MIT que los perseguía cuando huían por las calles de un barrio residencial.
“Es un castigo adeucado para un crimen espantoso”, sostuvo la fiscal general de los Estados Unidos, Loretta Lynch, comparándolo con el caso de Timothy McVieg, quien fue ejecutado en junio de 2001 por colocar una bomba a mediados de 1998 en un edificio público de Oklahom causando 168 muertes.