(*) por Lic. Facundo Ahumada
El día empezó temprano, me levanté a las 5:30 y desayuné a pesar de no tener hambre, esos carbohidratos ya no se almacenarían en el músculo sino que sólo servirían de reserva en el tubo digestivo como segundo hígado, por lo que no me preocupé. Media hora después estaba arriba de mi bicicleta en plena ruta de Córdoba para pedalear unos 220 kilómetros hasta llegar a Merlo en San Luis cumpliendo la promesa que realicé si mi primer hijo nacía sano sin inconvenientes.
Partimos rumbo al primer objetivo, Falda del Carmen para pasar el Observatorio, una subida de unos doce kilómetros situado a más de 1.000 metros de altura sobre el nivel del mar. Rodamos suave a 28-32 km/h con viento a favor junto a Damián Yantorno, un compañero ciclista que me acompañaría hasta El Cóndor. Llegamos a la base del Observatorio, y comenzamos a subirlo, pensamos que 50 minutos era un tiempo apropiado, y lo subimos en apenas sesenta segundos más. Mi frecuencia cardiáca jamás superó los 150 latidos por minuto, subí sentado siempre con una relación 39×23 y, cuando la cuesta se hacía muy significativa (>10%), me paraba en los pedales haciendo fuerza despacio con calma, llegué a subir a 6 km/h. Coronamos el Observatorio, y paramos unos segundos a orinar, comer una barra de cereal y un turrón e hidratarnos con BID. El descenso del Observatorio fue rápido, agarré un pozo con la rueda delantera sin perder el equilibrio ni sufrir desperfectos mecánicos.
En el parador del Copina, cargamos agua, volví a comer, y emprendimos el ascenso al Cóndor en plena Pampa de Achala de Córdoba, y a más de 2.000 metros de altura con una vista única de las Sierras Chicas para el lado de Carlos Paz, el lago, el Observatorio que va quedando chiquitito abajo y empezamos a acercarnos a la cima. El viento nos castigó en varias partes, y el tráfico era también muy intenso. Cerca de El Cóndor vimos un cartel que decía parador a 200 metros y nos ilusionamos pero era la Punilla, faltaban todavía algunos kilómetros, yo ya había comido dos geles, dos turrones, un barra, un litro y medio de BID, y un litro de agua, a pesar de eso sentía un poquito de hambre, lo que me indicaba que mi glucemia estaba bajando, pero era muy sutil, ya que me sentía muy bien. Finalmente llegamos al Cóndor justo en cinco horas y repusimos fluidos, alimentos y energía, a partir de aquí debía continuar el viaje solo hasta la localidad puntana de Merlo.
Luego de rodar por un camino ondulado algunos kilómetros, llega el esperado descenso para Mina Clavero donde sin mucho esfuerzo metimos unos 60-70 km/h, el viento era a favor por momentos, y por otros de costado, pero nunca me molestó mucho. Ya empezamos a divisar todo el Valle de Traslasierras, aproveché para hidratarme. Casi sin darme cuenta estaba en Mina Clavero y ya tenía 150 kilómetros en las piernas, quedaban casi cien más por delante sin saber como respondería mi cuerpo.
Afortunadamente, el viento a favor me acompañó hasta Nono a través de una recta muy larga con algunas ondulaciones, el calor comenzaba a hacerse sentir, con temperaturas de más de 35 grados. En Nono me detuve a cargar líquido, una botella de BID y otra de agua, y continue hasta los Hornillos a más de 1000 metros de altura. Esto implicaba que iba a tener que pedalear para subir esos metros pero no me costó nada hacer esas cuestas y, ya casi con 180 kilómetros encima, me sentía muy bien como a lo largo de todo el día. Aproveché para refrescarme y traté de comer aunque no pude, no tenía hambre. Incorporé carbohidratos y sales en forma líquida. El camino después nos ofreció fuertes pendientes negativas, que aprovechamos para pedalear muy rápido hasta la rotonda donde desvié para San Javier, fue justo ahí donde tuve el primer gran obstáculo del día con un falso llano muy expuesto al sol donde no me sentí bien. El pulso se disparó un poco, y me sorprendió ir rodando a 22-23 km/h con esas pulsaciones en un llano, recién en el regreso en auto notaría que no era nada llano.
En San Javier realicé la última parada para refrescarme e hidratarme, me quedaban 40 kilómetros y fue justo ahí en la placita de San Javier solo y a la sombra donde me convencí que llegaría a Merlo. Ya tenía recorridos algo más de 200 kilómetros y no iba perder esta oportunidad para cumplir mi objetivo. Empecé a desandar esos kilómetros, y fue todo relativamente bien hasta La Paz, localidad que está a 13 kilómetros de Merlo. Esos últimos kilómetros fueron los más largos del viaje, no hacía más que pensar en todas las cosas que había hecho durante mi vida, repasaba los malos momentos que había superado y como haría lo mismo arriba de la bicicleta, así me fui concentrando en disfrutar esos últimos kilómetros. Mi familia me acompañó todo el viaje, y sin la ayuda de mi mámá, Silvia, no lo hubiera logrado, ella me acompañó todo el tiempo durante esos eternos últimos kilómetros. Por fin vi la tierra que hay unos metros antes de Merlo, no lo podía creer, había cumplido mi objetivo. Para mí estas cosas son las que vale la pena vivir.
(*) por Lic. Facundo Ahumada
Graduado de profesor de educación física en el IPEF de Córdoba y licenciado en química con un promedio de 8,58 en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Ganador del Rally Marathon de MTB 2008 y de la medalla de bronce en el campeonato argentino de ciclismo de ruta.
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